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INFORMANDO ASI

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 Por Mónica I. Feliú Mójer / Especial El Nuevo Día




Nota del Editor: Este es el último de tres artículos que ilustran la ciencia detrás del deporte del béisbol.





“La pelota” es un deporte de números. Los datos de lo que sucede en un juego de béisbol son recopilados minuciosamente. Números como el promedio de bateo, las carreras impulsadas, y las carreras permitidas por cada nueve entradas, son familiares para cualquier fanático de la pelota.



Por más de un siglo, estos números han sido considerados cómo una medida de cuán bueno o malo es un jugador. Sin embargo, estos números no siempre reflejan adecuadamente el valor del pelotero.



Debido a la gran cantidad de datos que se recopilan en el béisbol, los estudiosos del deporte utilizan una ciencia para analizar la pelota de manera objetiva: la estadística.



La estadística es la ciencia de la recopilación, análisis e interpretación de datos. Lo único que los estudiosos de la pelota le tienen un nombre especial a sus estadísticas: la sabermetría.



La sabermetría analiza el béisbol a través de evidencia objetiva, específicamente a través de estadísticas, que miden lo que sucede en el terreno de juego.



Básicamente, la sabermetría mira los datos que se recopilan durante un juego y el transcurso de la temporada de béisbol, y los analiza para determinar cómo afectan las estadísticas individuales (de cada pelotero) y colectivas (del equipo), al récord de ganados y perdidos de una novena.



Paralelismos



Pero no vaya a pensar usted que las estadísticas son nada más útiles para propósitos “beisbolísticos”. Hay muchos paralelismos entre cómo el béisbol, y usted y yo nos beneficiamos del uso de esta ciencia.



Las estadísticas no sólo nos permiten recoger, analizar e interpretar datos, sino que nos ayudan a tomar decisiones y hasta a predecir que puede suceder, basado en estos análisis.



Por ejemplo, la sabermetría genera análisis que permiten a una franquicia predecir cuantos juegos más pueden ganar en una temporada si añadieran a “X” o “Y” jugador a su equipo. De igual manera, las estadísticas son usadas por compañías farmacéuticas para determinar cuando dinero les generaría establecer su manufactura en Puerto Rico versus en otro país del mundo.



Las estadísticas nos ayudan a determinar cuál es la probabilidad de que ocurra un resultado.



Antes de cada partido de béisbol, los expertos que salen en los canales de deportes utilizan las estadísticas para predecir que equipo tiene mejor posibilidad de ganar. Cuando en las noticias nos hablan de la probabilidad de lluvia, igualmente, nos hablan de estadísticas.



Otra cosa que las estadísticas pueden hacer es ayudarnos a tomar decisiones, basadas en hechos y datos.



Recientemente, el uso de las estadísticas sabermétricas para aumentar la competitividad de un equipo ha cobrado gran auge.



Otros usos



Los equipos de pelota contratan a expertos en estadísticas para que los ayuden a determinar los mejores jugadores para cada posición y a su vez decidir cuál de estos sería la mejor alternativa para el equipo desde el punto de vista “beisbolístico” y económico.



Básicamente, un equipo quiere contratar a un segunda base que, estadísticamente hablando, sea casi tan bueno como Roberto Alomar (y digo casi, como Robertito no hay dos), pero sin tener que pagar el precio por un Roberto Alomar.



Los gobiernos también usan estadísticas, bien parecidas a la sabermetría, para decidir como distribuir sus recursos. Recientemente, el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico, recopiló y analizó por primera vez en el País, datos sobre los Desórdenes del Espectro de Autismo en Puerto Rico.



Estas estadísticas serán la piedra angular para la creación del Registro de Autismo de Puerto Rico, así como la creación de políticas públicas de salud y educación para servir a la población puertorriqueña afectada por este desorden del desarrollo del cerebro.



Como ve, el béisbol no sólo nos brinda entretenimiento, alegrías y a veces sinsabores, sino que nos ayuda a entender cómo las ciencias se reflejan en todos los aspectos de nuestra vida.







Por Mónica I. Feliú Mójer / Especial El Nuevo Día

Nota del Editor: Éste es el segundo de tres artículos que ilustran la ciencia detrás del deporte del béisbol.


¡Qué bambinazo! ¡Cua-dran-gu-lar! ¡Tremendo tolete! Todas estas expresiones reflejan la exaltación de presenciar un “homerun”, una de las experiencias más emocionantes en el béisbol, tanto para el bateador como para el espectador.

Conectar un “homerun” no es nada sencillo. Si alguna vez usted ha jugado pelota, sabrá que conectar una bola que viene “a las millas de chaflán”, con un bate que no es mucho más grueso que una lata de refresco, para mandarla a más de 300 pies de distancia (en el caso de las Ligas Mayores), es mucho más difícil de lo que aparenta.

Sin embargo, durante ésta postemporada hemos visto a jugadores como Cody Ross de los Gigantes de San Francisco y Josh Hamilton de los Rangers de Texas conectar dos vuelacercas en un juego. ¿Cómo lo hacen?

Vamos a empezar por el hecho de que cuando un bateador da un “tolete”, pone en evidencia su fortaleza y rapidez física, y la coordinación entre sus ojos y sus movimientos (coordinación visomotora).

Todas estas cosas son claves, desde el punto de vista científico, para botarla del parque.

Cuando un lanzador tira una bola a aproximadamente 90 millas por hora, ésta se tarda 0.5 segundos en llegar hasta el bateador. Un bateador reacciona con una rapidez promedio de 0.2 segundos. Eso significa que un bateador tiene poco más del doble de su tiempo de reacción para ver la bola; decidir si hacer ‘swing’ o no; decirle a las neuronas motoras que controlan los músculos de sus brazos: “Tírale a esa bola”; y llevar a cabo el “swing” con fuerza y rapidez suficiente para sacarla del parque.

Cuando la bola y el bate chocan, hay un intercambio de energía entre ambos objetos. La bola trae una energía de cinética, que es la energía del movimiento, según se acerca hacia el bateador. Esta energía cinética surge del movimiento que hizo el lanzador al tirar la bola. Mientras, en su cuerpo, en especial sus brazos, el bateador tiene una energía almacenada (llamada energía potencial), que está lista para ser liberada durante el “swing”.

Cuando el bateador hace “swing”, convierte esa energía potencial en energía cinética, tal como el lanzador convirtió la energía potencial de su brazo en energía cinética cuando tiró la bola.

Mas, si la bola también trae energía cinética ¿qué es más importante, la velocidad de la bola luego del lanzamiento o la velocidad del bate?

La respuesta es la velocidad del bate. Mientras más rápido es el “swing”, más rápido sale la bola del bate, y más lejos viaja.

La razón

Para ilustrar porqué la velocidad del bate tiene más importancia que la velocidad del lanzamiento de la bola, en la distancia que viaja la bola después del choque con el bate, comparemos un “homerun” con un toque.

Digamos que en ambos casos la bola se mueve hacia el bateador a la misma velocidad. Cuando un bateador se cuadra para dar un toque -o “bunt”, como se le llama en inglés- éste no mueve el bate, y la bola casi nunca viaja muy lejos, manteniéndose en los confines del diamante de juego.

Sin embargo, cuando el bateador hace un “swing” de “homerun”, éste convierte su energía potencial en energía cinética y mientras más rápido mueve el bate, más energía genera para desplazar la bola fuera del parque.

Así es que la próxima vez que presencie un cuadrangular, vuelacercas, bambinazo o tolete, tenga en cuenta que es está presenciando un fenómeno físico y biomecánico extraordinario.

Y, mientras vocifera “¡Bótala mijo!”, acuérdese que no es tan fácil como parece. Con un poco de suerte, si no le da con fuerza de cuadrangular, al menos conecta un imparable.

Por Mónica I. Feliú Mójer / Especial El Nuevo Día




Nota del Editor: Este es el primero de tres artículos que ilustran la ciencia detrás del deporte del béisbol.





Octubre: Aires de otoño y el dulce sabor de la postemporada de mi deporte favorito, la pelota. Y aunque confieso que ésta no es una postemporada muy dulce para mí, porque mis Medias Rojas quedaron fuera, aun así disfruto mucho de las complejidades de este deporte, en especial de las del “pitcheo”.



Cómo buena caridura y fanática del AA, mi mamá me inculcó el amor por la pelota. Sin embargo, hoy día, como científica, tengo una nueva apreciación por el béisbol. Y es que el deporte de Clemente y Peruchín puede ser analizado usando ciencias como la física y la neurociencia.



La creencia popular dice que el pitcheo es la parte más importante del juego. Un lanzador puede tirar distintos lanzamientos: algunos rápidos, otros más lentos y otros que “bailan”, todos para confundir al bateador y obtener un “out”. Pero, ¿por qué son estos lanzamientos efectivos?



El secreto está en la física.



Tomemos como ejemplo la bola de nudillos o el “knuckleball”. Este lanzamiento es bastante raro y son muy pocos los lanzadores que pueden ejecutarlo efectivamente. El “knuckleball” tiene una trayectoria errática y viaja lento, a un promedio de 68 mph.



Una bola de béisbol no es perfectamente lisa; tiene unas características costuras rojas, que afectan cómo la bola viaja por el aire. Cuando el lanzador tira una bola de nudillos, no le aplica giro a la bola. Como la bola no tiene mucho “baile”, el aire fluye alrededor de ésta de manera uniforme, lo que en la física se conoce como flujo laminar.



Según la bola continúa su trayectoria hacia el bateador, la resistencia entre la bola y el aire, y las irregularidades en la superficie de la bola (como las costuras), crean una turbulencia. Es decir, el aire ya no viaja alrededor de la bola de manera uniforme, sino que lo hace de forma irregular. Esta turbulencia causa que una bola de nudillos de momento empiece a “bailar”, haciendo muy difícil batearla.



La curva



Otro ejemplo de un lanzamiento que utiliza los trucos de la física para engañar a los bateadores es la curva. Cuando un lanzador tira una curva, le da un giro de último momento, haciendo que la bola gire diagonalmente o de lado a lado.



Este giro de último segundo hace que el aire que viaja alrededor de la bola vaya más rápido en la parte de abajo de la bola que en la parte de arriba. Como el aire debajo de la bola va más rápido, ésta tiene una trayectoria parabólica (como en forma de arco), y desciende justo cuando se acerca al bateador, dándole a éste muy poco tiempo para hacer “swing”.



Sin embargo, la efectividad de la curva no es tan sólo a causa de la física, sino que también juega con el cerebro del bateador.



El ojo humano no percibe todas las partes de una imagen de la misma forma. Las partes de una imagen que son detectadas por el centro del campo de visión, son percibidas con mayor resolución que aquellas que son detectadas por la periferia.



La periferia visual es lo que en Puerto Rico comúnmente la gente llama “el rabo del ojo”.



Esta percepción más aguda en el centro del campo visual se debe en parte a que nuestros cerebros dedican más neuronas a interpretar la información de lo que tenemos justo de frente (en el centro) que de lo que vemos con el “rabo del ojo”.



Un estudio reciente, publicado éste mes en la revista científica PLoS ONE, encontró que el bateador percibe un descenso de la curva más dramático de lo que realmente es. ¿Por qué? Resulta que cuando la curva va girando en dirección al bateador, lo hace moviéndose entre el centro y la periferia del campo visual del mismo, creando la ilusión óptica de que la bola desciende como pie y medio, cuando en realidad sólo descendió 8 pulgadas.



Básicamente, el cerebro del bateador se confunde, porque hay demasiada información visual para procesar, integrar e interpretar en muy poco tiempo. O sea, que el famoso receptor Yogi Berra tenía razón cuando dijo que el “béisbol es 90% mental; la otra mitad es física”.



(La autora es estudiante doctoral en la Universidad de Harvard y vicedirectora de Ciencia Puerto Rico (www.cienciapr.org).